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Cine y Cultura

Las Peras del Olmo: el absurdo, la radio y una comunidad sonora

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Las Peras del Olmo es un programa de radio y streaming que reivindica la ficción sonora y el humor absurdo como herramientas creativas. Su historia empezó en FM Récords con un grupo de amigos atravesados por la pasión y el caos técnico, y con el paso de las temporadas se transformó en un espacio autogestivo que combina personajes, música local y una comunidad de oyentes que crece con cada emisión.

Fuente: EL PATAGÓNICO

En 2017, Maxi Galván Estrella decidió alejarse de la radio. Después de casi una década de trabajo autogestivo, de programas diarios y largas jornadas de producción sin remuneración, sintió que necesitaba un descanso. Pero la pausa no duraría mucho: a fines de 2018 recibió un llamado de Santiago Sánchez, referente histórico de la escena radial comodorense y uno de los conductores del mítico programa La Ciudad Perdida. Ese encuentro marcó el punto de partida para lo que años después se transformaría en Las Peras del Olmo.

La idea comenzó a tomar forma lentamente, entre conversaciones, reencuentros y una pandemia que obligó a frenar los tiempos, pero también habilitó nuevas posibilidades. “Nos encontramos con más tiempo para pensar y dijimos: ‘hagamos un programa’”, recuerda Maxi en entrevista con El Patagónico. Durante 2021 comenzaron la preproducción: reuniones intensas todos los sábados, discusiones sobre estructura, estilo y contenidos. En esa etapa inicial, Santiago Sánchez fue clave: les transmitió un método riguroso de trabajo que, con el tiempo, les permitiría volar por cuenta propia.

La primera decisión fue armar un equipo sólido. Además de Maxi y Santiago, se sumaron Laureano Vivas —con quien Maxi ya había trabajado en Canal 9— y Santiago Kamerbeek, valorado por sus columnas y su vasto conocimiento de cultura general con el que también compartieron aire en La Ciudad Perdida. A ese grupo inicial se incorporó Agustina Fernández Pérez, actriz y estudiante de Comunicación, que comenzó como productora y rápidamente se ganó un rol protagónico. “Después de la pandemia me sonaba raro hacer un programa con cuatro varones hablando. Necesitábamos una voz femenina”, explicó Maxi sobre esa incorporación. La voz oficial del programa es la de Yanko Kamerbeek, hermano de Santiago.

El nombre también surgió de aquellas largas charlas. Primero estuvo la idea de El árbol de las mollejas, pero finalmente el concepto de “pedirle peras al olmo” —algo imposible, absurdo, pero profundamente humano— se impuso. Así nació Las Peras del Olmo, con una estética sonora marcada por el humor y el juego.

La primera temporada comenzó en FM Récords, una emisora que les abrió las puertas sin demasiadas vueltas. “A los diez minutos de escribirles ya estábamos adentro”, recuerdan. Pero la puesta en marcha no fue fácil: el primer programa fue un caos técnico. “Fue muy accidentado, pero estamos muy agradecidos a FM Récords por esa primera oportunidad”, coinciden hoy.

En paralelo a los problemas técnicos, el equipo también atravesó un cambio central: la salida de Santiago Sánchez, que había diseñado buena parte de la estructura original. Su ausencia obligó a reorganizar roles. Agustina pasó de ser productora externa a tener un rol mucho más activo al aire, y el resto del equipo debió encontrar su tono y su dinámica.

La primera temporada también fue un laboratorio de ideas: definieron el tono lúdico del programa, la apuesta por el sonido como eje narrativo y el objetivo de construir un espacio que no imitara a los formatos audiovisuales dominantes.

“La gracia de nuestro programa es eso: que sea sonoro, que juegue con lo que no se ve”, explicó Maxi. Entre voces, personajes incipientes y un caos técnico que se volvió parte de la identidad, Las Peras del Olmo dio su primer paso en la escena cultural y mediática de Comodoro Rivadavia.

DE LA RADIO AL ESTUDIO PROPIO: LA INDEPENDENCIA Y NUEVAS VOCES

La segunda temporada marcó un quiebre para Las Peras del Olmo. Después de un primer año atravesado por la improvisación en FM Récords, el equipo decidió dar un salto clave: instalar su propio estudio. La oportunidad surgió casi de forma familiar: la abuela de Maxi ofreció utilizar un espacio que había pertenecido a su abuelo, un abogado que tenía allí sus oficinas, y allí nació “La Nona”, el pequeño estudio casero que se transformó en el corazón del programa.

“Pasamos a tener nuestros propios alambres”, bromean sobre aquel proceso. Aprendieron a usar micrófonos, consolas y programas de transmisión en un camino de prueba y error. Al principio el sonido salía bajo, luego demasiado fuerte, después en estéreo y en mono al mismo tiempo. Pero la autonomía trajo libertad: sin los tiempos fijos de la radio y con control absoluto de la producción, el programa empezó a encontrar su identidad.

Con ese cambio también llegó la transición a YouTube y Spotify. Ya contaban con canales donde subían los programas grabados, y decidieron empezar a transmitir directamente desde allí. El paso al streaming no fue solo técnico: significó un giro estético y narrativo. El equipo se dio la libertad de extender las secciones, jugar más con los tiempos y sostener su esencia sonora sin tener que responder a una lógica comercial. “Un programa de radio más tradicional te exige dinamismo, tandas, cortes cada diez minutos. Nosotros podíamos quedarnos hablando veinte minutos de lo mismo si queríamos”, contó Maxi.

En paralelo, comenzaron a trabajar la presencia en redes sociales, aunque no sin desafíos. Al principio, Agustina Fernández Pérez se encargaba de esa tarea, pero por cuestiones personales y de tiempo decidió ceder ese control. También una community manager externa aportó una estética definida —con blanco, negro y rojo como colores base—, pero su salida dejó al grupo nuevamente a cargo de esa parte. Con el tiempo, Laureano asumió gran parte del diseño visual y Maxi comenzó a editar y subir recortes para aumentar el alcance.

La segunda temporada también trajo cambios en el equipo. Agustina —quien había tenido un rol clave desde el inicio— decidió dejar el programa para dedicarse a su actividad teatral y personal. En ese contexto apareció Constanza “Coni” Benítez, estudiante de Comunicación Social que venía de la experiencia del fugaz éxito de un canal de streaming pionero como #EnEsa, llegó primero como columnista invitada y terminó convirtiéndose en una voz estable del programa. Su incorporación no solo equilibró nuevamente la dinámica de voces, sino que aportó frescura y humor desde una perspectiva renovada.

Ya con estudio propio, una estética más definida y un formato consolidado, Las Peras del Olmo dejó atrás la etapa experimental de su primera temporada y se encaminó hacia una nueva etapa de libertad creativa. El programa comenzaba a encontrar su ritmo y su identidad, empezando a construir una comunidad de oyentes que se familiarizaba con sus códigos internos, sus personajes y su estilo inconfundible.

PERSONAJES, COMUNIDAD Y CIERRE EN VIVO EN EL “KULTURAL 5”

La tercera temporada de Las Peras del Olmo encontró al programa más consolidado que nunca. Con el estudio “La Nona” en pleno funcionamiento, un lenguaje propio y una dinámica ya aceitada entre Maxi Galván Estrella, Santiago Kamerbeek, Laureano Vivas y Coni Benítez, el proyecto dio un salto creativo: el universo de personajes y secciones empezó a expandirse, y la comunidad de oyentes comenzó a ocupar un lugar central en el juego.

Durante este período, Las Peras del Olmo dejó de ser únicamente un programa de radio para convertirse en un espacio de ficción sonora. Personajes como Chipi, Palolmita, Panchito, El Reverendo Guido y Emeterio se volvieron protagonistas habituales de las transmisiones. “A nosotros nos interesaba que los personajes no fueran solo voces graciosas, sino que tuvieran historia, que tuvieran entidad”, explicó Maxi. Así, cada intervención tenía trasfondo, humor y, sobre todo, coherencia interna: un pequeño universo paralelo que convivía con el mundo real.

Laureano —con su tradicional “Palolmita”— y Santiago —con sus personajes guionados por él mismo— aportaron un estilo particular: un humor construido con paciencia, con guiones que se escribían durante la semana y se lanzaban al aire como radioteatros en miniatura. Coni, por su parte, fue encontrando su lugar entre la columna de redes, el humor absurdo y la interpretación de nuevos personajes. “Cuando vine, ellos ya tenían toda una dinámica armada. Me costó entrar, pero después fue natural. Acá todo lo que uno propone entra en el juego”, contó.

En paralelo, la audiencia comenzó a formar parte de esa ficción compartida. A través del chat en vivo, muchos oyentes adoptaron apodos y personajes propios: La Reina de Diadema, La República Separatista de Astra o Ministerio de Capital Humano, entre otros. “Al principio estaban ahí, silenciosos. Después empezaron a hablar entre ellos, a participar activamente. Hoy son parte fundamental del programa”, explicaron. Esa comunidad no solo escucha: dialoga, propone y juega con los conductores en tiempo real.

Uno de los hitos de esta etapa fue el programa de fin de temporada en vivo en el Kultural 5, el centro cultural de Elo Vázquez, también integrante del mítico La Ciudad Perdida, que abrió sus puertas para recibir al equipo y al público. La propuesta fue arriesgada: sacar del estudio un programa pensado para ser escuchado y trasladarlo a un escenario físico, con público presente. “Estábamos estresados, chequeando cables, micrófonos, consolas… pero fue hermoso”, recordó Santiago Kamberbeek.

La transmisión duró más de tres horas, con el público cautivo en la sala. Para no perder el espíritu participativo, armaron una “caja de comentarios”, inspirada en La Venganza será Terrible, en la que los asistentes podían escribir mensajes y hacerlos llegar a la mesa. Hubo música en vivo, personajes, radioteatro, humor y esa cercanía que caracteriza al programa. “No era una transmisión cualquiera. Fue una celebración de todo lo que habíamos construido hasta ese momento”, resumió Maxi.

Con el cierre en Kultural 5, Las Peras del Olmo no solo confirmó su lugar como uno de los programas más originales de la escena independiente comodorense, sino que también reafirmó su vínculo con una comunidad que no solo escucha, sino que co-crea. La tercera temporada marcó el inicio de un lenguaje compartido entre quienes están frente al micrófono y quienes están del otro lado de la transmisión.

PRESENTE: PRODUCCION ARTESANAL, FICCION SONORA Y MUSICA LOCAL

La última temporada de Las Peras del Olmo encuentra al programa en un momento de madurez creativa. Con una identidad estética definida y una dinámica grupal aceitada, el equipo ha logrado sostener un proyecto autogestivo que se distingue por su producción artesanal, su humor absurdo y su relación directa con la audiencia.

Uno de los aspectos más notables de esta etapa es la diversificación de formatos. Además de la transmisión en vivo por YouTube y su podacastisación en Spotify, el equipo trabaja cada semana en la edición de recortes, miniaturas y piezas pensadas especialmente para redes sociales.

En paralelo, se fortaleció un lenguaje interno compartido entre conductores y oyentes: cánticos espontáneos como “¡YouTube!” (en modo de coro cantado) o “¡Spotify!” (en susurro colectivo) que nacieron de una broma se convirtieron en parte del ritual de cada programa. Los personajes tienen continuidad, las historias se desarrollan con el tiempo y los oyentes ya reconocen cuándo una voz o una frase marcará el inicio de una escena. Ese código compartido es, hoy, una de las fortalezas del proyecto.

La música local también se volvió un pilar fundamental. Desde el inicio, Las Peras del Olmo decidió dedicar un espacio a artistas de Comodoro Rivadavia y la región, en especial a producciones independientes. Con el paso de las temporadas, esa práctica se transformó en una forma de difusión cultural: por el programa pasaron canciones de Glacé, Santa y Bárbara, Joséfina Amado, Raybet, Pablo De Marte y muchas otras bandas y solistas de la escena local. “Sin querer, nos convertimos en divulgadores de música comodorense. Hemos descubierto bandas espectaculares en estos años”, afirma el equipo.

La estructura del programa combina columnas fijas y secciones que evolucionan temporada a temporada: el ranking humorístico de Maxi, Cultura Pop de Santiago, Cinema Paraguiso y Freaky Show de Laureano, y Basura de redes de Coni, junto con personajes, radioteatros, microetimologías y publicidades ficticias. Todo está atravesado por una producción minuciosa que implica escribir guiones, grabar voces, editar y coordinar varias capas sonoras. Lejos de la improvisación vacía, Las Peras del Olmo apuesta por un formato artesanal y cuidado.

Pero quizás lo más importante sea lo que no se ve: el vínculo con el público. El oyente aquí tiene entidad. Tiene nombre, apodo, historia. Es parte de la trama. “No buscamos grandes números. Buscamos oyentes. Oyentes de verdad, que compartan este código y construyan con nosotros”, dice Maxi.

En un ecosistema mediático dominado por el consumo audiovisual rápido, Las Peras del Olmo eligió otro camino: el de la escucha, la ficción sonora y el humor como herramienta para crear comunidad. A cuatro temporadas de su nacimiento, el programa se ha convertido en una pieza única dentro de la escena independiente de Comodoro Rivadavia, recuperando algo que parecía perdido: la magia colectiva de la radio.

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