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Cine y Cultura

De Agostini, el sacerdote que escalaba con sotana y registró el espíritu de la Patagonia

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Fotógrafo, cartógrafo e incansable explorador, el padre salesiano Alberto De Agostini desembarcó en Punta Arenas, Patagonia chilena, en 1910. Allí se asentó y vivió cerca de cincuenta años. Recorrió gran parte de la Patagonia, fue un férrero defensor de los pueblos originarios de la zona, se convirtió en el el primer cartógrafo de la región y dejó su legado impreso en guías de viaje, crónicas e impresionantes fotografías.

La PATAGONIA en el año 1910

A principios de siglo llegó hasta la Tierra del Fuego el sacerdote italiano llamado Alberto De Agostini. Su amor por esas tierras sureñas lo llevó a filmar con una cámara de la época extensos registros de paisajes, pueblos y personas. El material rescatado fue reunido en las mismas condiciones en las que se encontró. Eso quiere decir que las imágenes tienen las rayas y las marcas del tiempo (y la copia es muda), pero el resultado es asombroso: esta verdadera cápsula del tiempo permite evocar un momento y lugar de nuestro pasado nacional que creíamos desaparecido.

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De Italia a Tierra del Fuego

Alberto María de Agostini nació el 2 de noviembre de 1883 en Pollone, un pequeño pueblo de la región de Piamonte, norte de Italia, al pie de los Alpes, rodeado de un entorno natural montañoso que lo marcaría para el resto de sus días. De este origen podemos rastrear su amor por las montañas y la naturaleza. Nació en el seno de una familia de cartógrafos, que también se dedicaba a la edición y venta de libros, y de esta herencia cabe intuir su vocación por la investigación, su curiosidad infinita y hasta su pasión por la fotografía. Influenciado por San Juan Bosco, o Don Bosco, el fundador de la Orden Salesiana, se unió a la iglesia en 1909. Así recalaría, enviado por la misión salesiana un año después, a los 26 años, en Punta Arenas, la ciudad más austral de la Patagonia chilena, donde adquiere el amor a la montaña y se especializa en el oficio de escalador y en el arte de la fotografía.

Una de las tareas más complejas de la misión, a la que se abocó junto a otros sacerdotes de su orden, entre los que se encontraba Monseñor Fagnano, fue la de resguardar a las comunidades nativas de la región: yámanas, onas, selk’nam y alacalufes, subyugados y esclavizados por los terratenientes europeos. Aquellos a los que no lograban esclavizar eran perseguidos hasta la muerte, desplazados de sus territorios. Así fueron diezmados, cuasi exterminados en atroces cacerías y contagiados de las pestes que traían los colonos del viejo continente. Los misioneros de la orden salesiana intentaron protegerlos agrupándolos en misiones, ante la férrea oposición de los europeos, los hombres blancos que veían en los nativos un puñado de salvajes.

Montañista y etnógrafo

De Agostini, además de férreo defensor y protector de aquellos pobladores diezmados por el avasallamiento del hombre blanco, documentó sus vidas en valiosísimas fotografías. Pero las misiones y su vocación religiosa no fueron su única ocupación y preocupación. Fue además un apasionado explorador y alpinista, un gran fotógrafo, documentalista, geógrafo, etnógrafo y antropólogo que dedicó su vida a la investigación y documentación de sitios recónditos de una región ya de por sí recóndita. Recorrió como pocos Tierra del Fuego, un sitio que aún hoy desvela a viajeros del mundo entero. El sacerdote dedicó gran parte de su vida a explorar las tierras magallánicas. Desde la cordillera Darwin a los grupos del Balmaceda y el Paine, cerca de Puerto Natales, parajes que lo deslumbraron. «El lugar es de los más salvajes y grandiosos –escribió–. Selvas, lagos, ríos, cascadas, constituyen el pedestal de este fantástico castillo torreado, con murallones gigantescos, acorazado de hielos, sobrepasado por agujas de terrible aspecto que tanta seducción ofrecen al denuedo de los montañistas…»

Cincuenta años pasó transitando los senderos de una Patagonia en aquellos tiempos ultraindómita, años en los que trajinó incansable y documentó absolutamente todo. Su legado impresiona: dejó una veintena de libros con sus diarios y guías de viaje (Guía Turística de Magallanes y Canales Fueguinos, Guía Turística de los Lagos Argentinos y Tierra del Fuego), crónicas varias, artículos y ensayos en diarios y revistas en Italia, la Argentina y Chile. También la película Tierras Magallánicas.

Descubrió fiordos, montañas y zonas inhóspitas de Tierra del Fuego; bautizó cerros y glaciares. Fue un visionario.

Siempre acompañado de gauchos, baquianos, guías locales, escalaba con sotana y su boina negra, y cargaba sus cámaras fotográficas, que en aquellos tiempos eran armatostes bien pesados.

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