País
Milei y la reconciliación con las Fuerzas Armadas
El acto por el aniversario de Malvinas fue aprovechado por el gobierno para resaltar la política económica, criticar a los gobiernos anteriores y rescatar la imagen de Roca.
Por Melisa Molina / Página 12
El presidente Javier Milei —que durante la campaña se jactó de ser fanático de Margaret Thatcher, la primera ministra británica en el momento de la Guerra de Malvinas– utilizó el día del veterano y de los caídos en la Guerra de las Malvinas para proponer lo que él denominó «una nueva era de reconciliación con las Fuerzas Armadas”. Una convocatoria que fue rechazada por organismos de derechos humanos que ven una nueva escalada negacionista de los crímenes de la dictadura. En el discurso que dio el martes por la mañana desde el cenotafio a los caídos, en Plaza San Martín, hizo, centralmente, una oda al gobierno de Julio Argentino Roca. Teorizó que «el mundo no toma en serio» el reclamo de la Argentina por la soberanía de las islas porque como país «no tenemos una economía próspera», y porque «las fuerzas armadas no son respetadas». Dos elementos que, según Milei, sí priorizó Roca. La culpa de que eso no ocurra, dice el presidente, es de «la dirigencia política de las últimas décadas», a los que denominó «defaulteadores seriales y corruptos». En esa línea, admitió que LLA quiere lograr «lo mismo que la generación del 80: un Estado restringido a sus funciones esenciales y libertad para comerciar y circular».
La jornada tuvo otro momento del que el expresidente Roca estaría orgulloso: Milei utilizó la justa causa por el reclamo de la soberanía en Malvinas como excusa para cambiar el nombre del salón de Casa Rosada que se llamaba «Pueblos Originarios». Lo denominó «Héroes de Malvinas». En el Cenotafio, horas antes del acto que encabezó Karina Milei y el vocero Manuel Adorni en Casa Rosada, el Presidente había dicho que gracias a Roca «hubo progreso, soberanía y la Argentina se pobló». «De ser una tierra de bárbaros pasamos a ser una tierra de inmigrantes», vociferó.
Desde el entorno íntimo del Presidente fueron más allá: tras el cambio de nombre, dijeron a este diario que «reivindican la campaña del desierto», que llevó adelante Roca entre 1878 y 1885 y que, en realidad, se trató de un genocidio a los pueblos originarios que poblaban la Patagonia. «El nombre Pueblos Originarios para este salón era controversial. Esa no es una causa de todos los argentinos», dijeron desde su círculo íntimo y dispararon provocadores: «Los pueblos originarios en realidad de argentinos tienen poco». Vale aclarar que en Casa Rosada ya hay un patio que se llama «Patio de las Malvinas Argentinas», que fue inaugurado en 2012, con motivo del trigésimo aniversario del hundimiento del crucero ARA General Belgrano, por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Milei llegó a la Plaza San Martín poco antes de las diez de la mañana acompañado por su hermana, la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, y, para sorpresa de todos, también por la vicepresidenta Victoria Villarruel. En la previa del acto, por las discusiones internas que protagonizan, se había dicho que ambos participarían de actividades distintas. Cosa que finalmente no ocurrió. Los dos estuvieron en el cenotafio, ninguno estuvo en el cambio de nombre del salón de Casa Rosada –que fue una idea de Karina Milei--, y Villarruel tampoco estuvo en la misa que se hizo por la tarde, como se había anticipado. Allí solo fueron la canciller y diputados de LLA.
En Plaza San Martín, por la mañana, recibieron al presidente –además de los granaderos, militares y excombatientes– gran parte del gabinete. Estuvieron el jefe de los ministros, Nicolás Posse; la canciller, Diana Mondino; el ministro del Interior, Guillermo Francos; el ministro de Salud, Mario Russo y el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem. Con ellos arribó el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri. También se los vio al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Xavier Julián Isaac; el del Estado Mayor General de la Armada, Carlos María Allievi; del Ejército, Carlos Alberto Presti y Fernando Luis Mengo, de la Fuerza Aérea. La que se perdió el acto por llegar tarde fue la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Luego de entonar el Himno Nacional, Milei y Villarruel caminaron juntos hasta la placa que recuerda al Soldado Desconocido. Ambos dejaron una ofrenda floral. La vicepresidenta, hija de un militar excombatiente de Malvinas que además se vanagloriaba de haber intervenido en la «lucha contra la subversión», se emocionó. Milei se dio cuenta y la abrazó.
El acto tuvo solo dos discursos. El primero fue el del jefe de gobierno porteño. Jorge Macri que, a diferencia de lo que dijo Milei, no sólo consideró la guerra como «incomprensible» y destacó el «uso político de su relato triunfalista». También señaló que tras la derrota «trajeron (a los soldados) escondidos, en la oscuridad cómplice de la madrugada». Por último indicó que «no nos va a alcanzar el tiempo para pedir disculpas a los que se fueron como héroes y volvieron escondidos en la madrugada”.
Luego llegó el turno de Milei que leyó su discurso.»El mejor homenaje a los que dieron la vida por nuestro país es defender el reclamo por Malvinas, pero un reclamo real y sincero. No meras palabras en foros internacionales con nulo impacto en la realidad y que solo le sirven al político de turno para impostar un falso amor por el país«, dijo el presidente que se abrazó con el canciller británico sin emitir una queja por la presencia militar de la OTAN en las islas. Luego, siguió con las críticas a los gobiernos que lo precedieron: «Nos hemos cansado de escuchar a lo largo de las últimas décadas a políticos que se golpean el pecho defendiendo el justo reclamo sin que tengan un solo resultado para mostrar».
En ese momento indicó que para que los reclamos soberanos sean escuchados «es necesario que el país y su dirigencia sean respetados, ya que nadie tomaría en serio el reclamo de dirigentes que más que una visión de país defienden un modelo de negocios», y enumeró dos cuestiones que para él deben darse como condición para que respeten nuestra soberanía: «que la nación sea protagonista en el comercio internacional y que cuente con FFAA capaces de defender su territorio frente a cualquiera que intente invadirlo».
Milei dijo que en la Argentina, «producto de la dirigencia política de las últimas décadas, no ha cumplido con ninguna de las dos condiciones». «No es coincidencia que poco y nada se haya avanzado en el reclamo por nuestras islas», opinó y expresó, sin ningún sustento, que su gobierno es «el primero que se hace cargo de esta situación y que tiene un rumbo claro para ser un país próspero y soberano».
Allí comenzó con sus elogios a Roca. «No hay que irse muy lejos para ver que la generación del 80 consolidó nuestra soberanía y nos marcó el rumbo», remarcó y dijo que Roca «comprendió como nadie el mandato de una economía próspera y fuerzas armadas respetadas como base de una nación grande».
«Como demostró Roca, no hay soberanía o respeto internacional por nuestros intereses si la dirigencia política hace lo imposible para ensuciar el nombre de nuestras FFAA», marcó y agregó: «En los años donde se consolidó nuestra soberanía las fuerzas armadas eran valoradas por el conjunto de la dirigencia y la sociedad. Vestir un uniforme era motivo de enorme orgullo. La política ha querido borrar eso de nuestra memoria colectiva hostigando y humillando a nuestras fuerzas». Milei pronunció aquello como si desde 1880 hasta la actualidad las fuerzas armadas no hubiesen hecho nada para perder prestigio, como la sucesión de golpes de estados que realizaron desde 1930 hasta el más trágico de 1976 con 30 mil desaparecidos y el robo de bebés.
En ese momento fue que el Presidente propuso «una nueva era de reconciliación con las FFAA que trascienda a este gobierno». Hubo aplausos, aunque también un excombatiente que le gritó a Milei «traidor». Él fue expulsado del lugar por la custodia presidencial. Otros vitoreaban: «Viva la Libertad Carajo». Así terminó el Jefe de Estado su discurso: gritando su frase de cabecera y encomendando la suerte de los argentinos «a las fuerzas del cielo».