Política
El país, en venta: luz verde en Diputados a la Ley Ómnibus y el paquete fiscal
Con el apoyo de la oposición dialoguista, el Gobierno logró la aprobación en general y tiene todo encaminado para la media sanción del megaproyecto que incluye la privatización de once empresas públicas, la eliminación de la moratoria previsional, beneficios impositivos para las grandes empresas y las facultades extraordinarias para Javier Milei. Crónica de un debate que será clave para el futuro.
Por María Cafferata / Página 12
La segunda es la vencida y La Libertad Avanza consiguió aprobar —una vez más— su Ley Ómnibus, que implica la privatización de once empresas públicas, la eliminación de la moratoria previsional, un régimen de inversiones con beneficios impositivos exorbitantes y facultades extraordinarias para Javier Milei. Con el acompañamiento del radicalismo, el PRO, Hacemos Coalición Federal y varios partidos provinciales, el oficialismo consiguió su revancha y aprobó el primer proyecto desde que Milei asumió la presidencia. El fantasma de la votación en particular, sin embargo, volvía a acechar al oficialismo, que observaba que había varios capítulos —como la restitución de Ganancias en el paquete fiscal o la reforma del Estado en la Ley Ómnibus— que estaban flojos de apoyos y podrían generarle algún dolor de cabeza al oficialismo.
El Día D había amanecido en un clima mucho más ordenado que el primer round de febrero, pero los diputados estaban acelerados. Nerviosos. La noche anterior Elisa Carrió había anunciado que la Coalición Cívica rompería con el bloque Hacemos Coalición Federal, el fiel de balanza -junto al radicalismo y el PRO- del cual dependía el triunfo oficialista. Se habían comprometido, sin embargo, a acompañar primero la ley en general y dejar para el martes la confirmación de la fractura. «Es la mejor ley que supimos conseguir. Y nos ganaron por cansancio», suspiraban, agotados, en la oposición dialoguista.
La sesión había comenzado pasado el mediodía con un cómodo quórum de 135 votos en el que había participado todas las bancadas, excepto Unión por la Patria y el FIT. Si bien no había casi dudas de que el oficialismo conseguiría más de 140 votos para la aprobación en general de la ley, los diputados se preparaban para una jornada larga. Se habían anotado más de 150 oradores y se especulaba con que la votación en general llegaría recién entre 6 y 8 de la mañana, mientras que la votación en particular – la más importante – sería recién después del mediodía. No habría descansos ni cuartos intermedios y había diputados, como Damián Arabia (PRO), que se habían traído frazada y almohada para pasar la noche.
Llamaban la atención, mientras tanto, algunas ausencias sorpresivas: Marcela Pagano (LLA), que venía de sufrir una internación por las presiones sufridas para renunciar a la presidencia de la comisión de Juicio Político, no se había dejado ver en el Congreso. En los palcos, mientras tanto, observaban dos de las espadas de Karina Milei (responsable de la novela interna que derivó en el desplazamiento de Oscar Zago de la presidencia del bloque oficialista): Sebastián Pareja, su armador en la Provincia de Buenos Aires, y Lule Menem, subsecretario de Gestión Insitucional en la secretaría que Karina dirige.
A unos metros estaba el vice jefe de Gabinete, José Rolandi, quien funcionaría como la voz autorizada del gobierno nacional en el Congreso: él manejaba, junto a José Luis Espert y Silvia Lospenatto, el poroteo de cada artículo y se comunicaba con las espadas aliadas cuando veía que algún capítulo tambaleaba. «Me llamó Rolandi preocupado» sería una frase recurrente durante la jornada (ver aparte). Más tarde se pasaría el ministro de Interior, Guillermo Francos, para monitorear la situación, pero el oficialismo estaba tranquilo: excepto RIGI, Ganancias y reforma del Estado, que andaban flojas de avales, la ley Ómnibus y el paquete fiscal gozaban de buena salud.
La primera votación
El oficialismo pudo poner a prueba su mayoría a los pocos minutos de que comenzara la sesión, cuando fue el turno de aprobar el plan de labor parlamentaria que suponía que la votación en particular sería por capítulos. No por artículos. «Arrancamos mal», le recriminó Germán Martínez, titular de UxP, a Martín Menem, quien quería evitar la caída en dominó de artículos que había llevado, en febrero, a que la ley tuviera que volver a debatirse en comisión. Los ánimos, sin embargo, estaban caldeados y lo que arrancó como una discusión técnica terminó a los gritos e insultos.
«Entiendo que le quieren dar celeridad al trámite, pero ante el solo pedido de un diputado el reglamento habilita que se debata artículo por artículo», estaba diciendo Carolina Gaillard (UxP), mientras Martínez intentaba negociar, unas bancas más lejos, con Cristian Ritondo sobre la posibilidad de plantear que la votación fuera por artículos. «Él sabe que tengo razón», ironizaba Martínez, señalando a Arabia, que se reía. En un momento, se escuchó el primer grito: «¡Ridícula! Denle un rivotril que está sacada». Era Karina Banfi insultando a Gaillard, quien estaba interrumpiendo el discurso de Rodrigo de Loredo. «Ridículos ustedes que no dieron quórum para la comisión por universidades», le respondía Gaillard. La tensión iba escalando, Menem no podía contenerla y no fue hasta que mandó a votar nominalmente el plan de labor que el caos aminoró.
El resultado final dio 140 votos a favor y 109 en contra: un primer pantallazo de la mayoría con la que contaba Javier Milei para aprobar su ley en general. Habían acompañado el PRO, casi todo HCF – socialistas, lilitos y pichettistas incluidos -, toda la UCR – excepto la línea Manes más dura – y las fuerzas provinciales que integran Innovación Federal.
El debate
«Hay una batalla cultural de entender cómo funciona el Estado. El Estado es el principal causante de la deuda, es el principal causante de la presión impositiva que cae sobre todos los argentinos», comenzó exponiendo Santiago Santurio por parte de LLA, en un discurso muy crítico contra el kirchnerismo que, sin embargo, omitió el dato de que era Milei, quien había dicho que «se cortaría un brazo» antes de subir impuestos, el que proponía restituir la cuarta categoría de Ganancias para todos aquellos que cobren por encima de los 1,8 millones de pesos.
El que se encargaría de hacer referencia a aquella contradicción sería José Luis Espert, quien, curiosamente, había definido hace unos años que cobrar Ganancias era «inconstitucional». En esta ocasión, en calidad de segundo miembro informante, aseguró: «Sergio Massa rompió irresponsablemente el impuesto a las Ganancias desde la demagogia electoral más absoluta, sacando a 960 mil contribuyentes de este impuesto. Nos llevó al noveno subsuelo y nosotros desde ahí lo vamos a reconstruir».
«Es absolutamente falso que este dictamen sea mejor que el anterior», apuntó, mientras tanto, Germán Martínez, quien pasó a enumerar: «Trabajadores que no pagaban Ganancias van a volver a pagar, el escalón más alto de contribuyentes que pagan Bienes Personales van a tener una alícuota más chica, van a llevar adelante un blanqueo de capitales que es tirarle la alfombra roja al producido por las economías delictivas en la Argentina». «Tengo la sensación de que eligieron el camino de la crueldad, el de enterrar en los escombros a sectores apuntados», sumó, por su parte, Cecilia Moreau (UxP), quien acusó al oficialismo de «querer transformar el sistema impositivo para hacerlo pro ricos», haciendo referencia a la baja en Bienes Personales.
Myriam Bregman (FIT), mientras tanto, apuntaría con dureza contra la eliminación de la moratoria previsional: «Prácticamente de hecho eliminan el sistema jubilatorio. Nueve de cada diez mujeres no se van a poder jubilar, siete de cada diez hombres tampoco», cuestionó.
«No vamos a caer en la provocación, ni entrar en la mugre de un presidente que intenta degradar el debate. No hay que hacerle el juego. Porque el presidente, después de que se sancione esta ley, tiene miedo de que se note que no hay equipo, que no hay pericia, y no va a tener más excusas para gobernar», señaló Juan Manuel López (CC), justificando su decisión de votar a favor en general pero reservándose el derecho de votar varios artículos en contra, como las facultades delegadas.
El PRO sería, mientras tanto, el defensor más elocuente de los dos mega proyectos del oficialismo y lo defendería como si fueran propio. «Esta ley no sería necesaria si no fuera para revertir la tragedia que produjo el relato kirchnerista», apuntó Silvia Lospennato, ex paloma devenida en halcón, y defendió la reforma laboral que elimina las multas por trabajo no registrado y amplía el período de prueba a seis meses: «Un paquete de normas que son solo el primer paso para la modernización laboral para combatir la industria del juicio».
Martín Tetaz (UCR), unas horas después, aprovecharía para plantear una modificación a la reforma laboral: incluir la eliminación de la obligatoriedad de las cuotas solidarias a los sindicatos. «Que se respete el derecho a los trabajadores a elegir libremente», reclamó el diputado de Evolución. Si bien la reforma laboral era defendida por todo el bloque, la UCR era, al cierre de esta edición, la bancada que sufría mayor cantidad de turbulencias internas. Con 34 votos propios, se estimaba que en la mayoría de los artículos terminarían votando de manera dividida.
Impuesto al tabaco: la revancha opositora
La oposición dialoguista de la UCR y HCF se guardaban una estocada final: incluir en la votación en particular una reforma impositiva a la producción de tabaco. La oposición pretende eliminar el impuesto interno mínimo y equiparar, así, todos los impuestos, llevándolos al 73 por ciento. La medida apunta a obligar a la Tabacalera Sarandí, que viene siendo beneficiada por cautelares de la Justicia hace años, a pagar los mismos impuestos que sus competidoras. Nadie en LLA quiere quedar defendiendo el lobby de una empresa particular, por lo que la oposición los está forzando a abstenerse. En el caso de conseguir que UxP y el PRO hagan lo mismo, la oposición podría lograr sumar la reforma impositiva. Y si no lo consigue, lograrán exponer a los que votaron en contra. Win-win.